El ITAN de la creación se llama OTRUPON - OWONRINI y sus versos dicen lo siguiente:
"los trabajos de la creación trascendieron
y permitieron crear todos los seres humanos
y las múltiples variedades de especies, que poblarán el mundo.
Toda planta, hierba, animal, ave, pájaro, peces y toda la raza humana”.
De acuerdo con la creencia Yòrùbá, Ifá - también llamado Òrúnmìlà -, fue uno de las 401 divinidades u Òrìsà que bajaron del cielo a la tierra.
El itan de la creación asevera que, Olódùmàrè - el Dios supremo, cierto día reunió a todas las divinidades comunicándoles su decisión de formar un nuevo lugar, el mundo material, donde ellos podrían levantar sus hogares, gobernar ciudades y liderar a grupos.
Advirtió que cada uno, tendría una misión específica y fundamental en la creación de lo que dio en llamar Aiyé. Pero antes, debían cumplir con una obligación ritual muy importante. Todos, al amanecer siguiente, antes que el sol naciera, tomarían un obi y al consultarlo; el oráculo les marcaría los ebo a ser realizados antes de partir.
Los Òrìsà muy excitados por la misión pasaron la noche hablando y festejando la fabulosa propuesta de Olódùmàrè; y como se acostaron muy tarde, no lograron levantarse antes de la salida del sol.
Tan solo el Òrìsà Orí fue quien despertó temprano y obediente al pedido de Dios, consulto a Obi y realizó los ebo marcados por éste.
Su acatamiento le fue recompensado, siendo entonces el primer Òrìsà poseedor del Asè y quien por siempre, después de Olódùmàrè, maneja el destino individual de todo habitante del òrun y del aiyé.
Ya era muy tarde, cuando las demás divinidades despertaron y compungidas por su falta de responsabilidad, le rogaron a Olódùmàrè que los disculpara por quedarse dormidos y no cumplir sus órdenes en el momento indicado. La gran benevolencia de Dios, una vez más se hizo presente aceptando sus disculpas.
Consultando entonces sus obi, se aprontaron para la partida.
Antes de abandonar el orun, Dios los volvió a reunir y les dijo: - La libertad de acción y elección que tendrán a partir de éste momento será total. Serán dueños de sus actos y responsables por sus destinos. Pero para que no se sientan demasiado solos en éste acometido, he decidido que cada uno lleve consigo su Orí Àpéré, al que cuidarán y ofrendarán en primer lugar después de mí. Él es la cabeza que regirá sus destinos, el acto puro que guiará vuestra existencia, el regulador de cada sino y vuestra identidad individual.
Todos los Òrìsà, desde ese momento en adelante, quedaron subordinados a Orí quien por haber cumplido con el pedido divino, pasaba entonces a ser su Orí Inu.
Dicho esto, Olódùmàrè encomendó a Èsú la misión de oficiar como el policía del universo custodiando y guardando el Àse.
El Òrìsà Ògún fue puesto a cargo de todo lo relacionado con la guerra, la caza, el hierro y uso de todos los implementos confeccionados con dicho material.
Oya recibió en mandato, transformar la naturaleza a través del dominio de los vientos, junto con Sàngó que gobernaría truenos y tempestades.
A Osun le fue atribuida la misión de controlar la fecundidad, y reinar sobre las riquezas materiales.
Y el principal atributo que designó a Òsà-nlá, fue tener a cargo la responsabilidad de modelar con arcilla (formar) a los seres humanos que habitarían el aiyé.
A Ifá, le correspondió hacerse cargo del oráculo, dada la gran sabiduría adquirida como resultante de su permanente presencia al lado de Olódùmàrè.
Y sucesivamente, cada Òrìsà, recibió su misión juntamente con su Orí inu personalísimo, al que debía rendir preferencia por siempre y en primer lugar.
Así fue que 401 de las divinidades creadas por Olódùmàrè y que junto a Él habitaban el òrun, fueron pedidos para desempeñarse como ayudantes móviles, ejecutando sus órdenes y colaborando en todo.
Antes de partir, Dios les entregó la calabaza de la existencia, conteniendo en su interior, la arena que permitió solidificar gran parte del vacío reinante; y diferentes semillas, representativas de las riquezas contenidas en el òrun, una gallina de 5 dedos y un camaleón. Con estos elementos, se cumplió una de las partes de la creación de la tierra, la formación del mundo material. Y ésta es la razón por la que todo elemento de la tierra, posee esencia divina. Siendo los fenómenos naturales, fuerzas activas y espirituales de la naturaleza
- En este punto diré que es dogma de fe entre los Yòrùbá, que los 401 Òrìsà mencionados anteriormente, descendieron de los cielos a la ciudad de Ifè, y fueron los primeros habitantes de la tierra. Razón por la que se considera a Ifè el principio en la formación de la tierra y primer lugar habitado por la especie humana -.
Con ansiosa expectación, partieron hacia los límites del òrun , donde se abría un abismo inescrutable, la oscuridad era casi total, apenas podía divisarse dentro del caos, una gran masa de agua; por lo que los Òrìsà, temerosos de caer en el tenebroso vacío, decidieron previamente hacer uso de los elementos entregados por Dios.
En primera instancia, Ódùdùwà, tomando el polvo contenido en la calabaza, soplo al vacío y cuando todos se aseguraron que esa tierra, formaba un montículo en medio del desorden, enviaron a la gallina de los 5 dedos.
La gallina, se posó en el montículo y comenzó a desparramar con sus patas la tierra.
Felices, los Òrìsà, riendo y bailando, decidieron llamar a ese lugar, Ifè. Pero aún inseguros de la firmeza del predio, remitieron al camaleón, quién caminó sobre el montículo, comprobando así su solidez.
Seguro de la firmeza del terreno, Ódùdùwà, baja a la tierra firme y de la calabaza, saca las semillas que siembra por el lugar. En segundos, las semillas germinaron y la amorfa mole de tierra comenzó a llenarse de luz y colores. Verdes praderas y frondosos árboles se erguían por doquier. En una punta, los mares se abrían acariciando en su oleaje la rubia orilla, mientras a lo lejos, podía apreciarse la pacífica y cristalina transparencia de un arroyo, que golpeaba cadenciosamente a una rojiza y saliente roca que parecía erguirse en procura del sol naciente.
El gran abismo había sucumbido a la grandiosidad de la luz y la vida.
Felices, los mensajeros de Olódùmàrè, descendieron al prado y comenzaron a construir sus Ilé, cultivar los campos y disponer ciudades en diferentes puntos de Ifè - el lugar donde Ódùdùwà desparramó la tierra, PRINCIPIO DE VIDA -.
De esta manera, los Òrìsà junto con la gallina y el camaleón, fueron los primeros habitantes de Ifè - PRINCIPIO DEL MUNDO - , mucho, pero mucho tiempo antes de la creación de los seres humanos.
Pero la misión no había concluido, faltaba aún explorar la inmensidad del lugar y crear condiciones adecuadas de vida, para así cumplir con el mandato divino.
Las hazañas por ellos vividas, están contenidas en todos y cada uno de los itan que hasta hace pocos años atrás fueron trasmitidas oralmente por los mayores.
Al tiempo de su primer arribo, la población divina comenzó a desarrollarse en Ifè, para luego formar, además, la población humana, según surge de diferentes leyendas que iré transcribiendo a lo largo del libro.
Con el correr del tiempo y obedientes al pedido de Olódùmàrè, los Òrìsà fueron construyendo sus hogares, formando parejas y dando a luz a sus hijos; un linaje de sub divinidades, que al crecer se convirtieron en reyes sagrados de la nación Yòrùbá.
Los descendientes de Òrìsà tuvieron a su vez progenie que fue ocupando paulatinamente, diferentes jerarquías dentro de la comunidad.
Los hijos de Ódùdùwà se convirtieron en los políticos más importantes, formando la dinastía de gobierno de los reinos Yòrùbá - una de las más poderosas dinastías -. Prueba de ello es la formación de la organización imperial del "Viejo imperio Oyo", que sirve como importante muestra del poderío que legaron éstos gobernantes sagrados.
A su vez, Òrúnmìlà, mientras vivió en la tierra, organizó la sociedad humana sobre una base ordenada, enseñando los secretos de la adivinación. Y como todos los demás Òrìsà, luego de haber cumplido su tarea regresó a Orun. Pero antes de partir, a sus descendientes, ocho hijos varones, les trasmitió sus conocimientos de la misma manera, que lo hacía con los discípulos que sentados a su alrededor, se deleitaban con su ilimitada sabiduría.
La libertad de decisión junto con las ambiciones personales de cada divinidad, dieron paso a conflictos de intereses. Grupos que se unían para pelear por una porción mayor de territorio o poder, confrontaciones entre familias, celos y vanidades, hicieron de la tierra un lugar conflictivo. Nadie quería ser mandado por el otro y todos reclamaban su autonomía.
En vista de tales circunstancias, Olódùmàrè ordena a Òsà-nlá, la necesidad de crear al hombre.
Prontamente, en el orun, Òsà-nlá utilizando una arcilla que Dios le entrega, modela la cabeza; y parte con ella rumbo al aiye, de donde extrae una porción de barro y termina de formar a los hombres y mujeres comunes, para que sirvan como súbditos de los Òrìsà y sus descendientes.
Una vez que las figuras fueron esculpidas a imagen y semejanza de Dios y sus divinidades, el gran hacedor les insufló el Emi, su soplo divino. Así fue como Dios dotó al hombre del alma inmortal. Y en ese momento, comenzó en la tierra, el PRINCIPIO DE VIDA HUMANA.
Muchas tinta se ha gastado para contar las diversas situaciones sucedidas después de la creación de la tierra y sus habitantes, pero para continuar, me siento en la obligación de hacer un pequeño paréntesis, recordando que fue en el siglo XV, época donde con el advenimiento de los esclavos africanos, llega a América la Religión de los Òrìsà. Y que a pesar de la brutal evangelización a que fueron sometidos, los descendientes de africanos lograron preservar sus creencias religiosas.
Aunque en rigor de verdad, a pesar de los siglos transcurridos, seguimos envueltos en una guerra de poderes y ambiciones, que hacen peyorativa “la fe del prójimo”, como lo explica W. Abimbola en su escrito “El concepto de ética en el cuerpo literario de Ifa, cuando dice; “...las religiones tradicionales africanas están basadas en valores morales muy profundos que sostienen las creencias. Hemos escuchado a muchos ignorantes católicos o islámicos que las creencias tradicionales africanas no están encuadradas en los valores éticos. Nada más lejos de la verdad...”.
Y continuando, afirmo que como todas las demás, La religión Tradicional africana posee génesis, porque explica el conjunto de los hechos que dieron origen y principio a la creación de la tierra; teología, por ser ella la ciencia que trata de Dios, sus atributos y perfecciones; y Dogma, porque aunque sus creencias no se basan en reglas estructuradas, posee un conjunto de convicciones y principios innegables a su religiosidad, reflejadas en la tradición viva de los Itan.
Esta aseveración surge de la premisa que los Yòrùbá entienden que resulta imposible penetrar en la historia de la humanidad, sin apoyarse en la riqueza de aquello que les fuera transmitido de generación en generación, como una herencia viva.
Concuerdo con la opinión de J. Valsina, cuando en su libro “Historia General del África “, al hablar de la tradición oral y su metodología ", dice; “...Este libro sagrado nace de la tradición oral, donde sus caracteres propios son las palabras, transmitidas en acción o acto y la transmisión que difiere de las obras escritas...".
Particularmente agrego que la realidad asevera, que fueron las palabras dichas en el principio, las que permitieron modelar el cuerpo literario que aún hoy nos acompaña. Esas palabras, son los vínculos que aúnan al hombre con su memoria.
Y de lo expuesto anteriormente, se deduce que cuenta, además, con doctrina teológica escolástica, dado que los Itan, imparten las enseñanzas sagradas que fueran legadas por Olódùmàrè a través de sus Òrìsà y que desde el principio de la vida los Sacerdotes Africanistas, enseñan a través de la palabra.
Desde los orígenes hasta nuestros días, un Bàbálórìsà, junto a sus discípulos hace lo mismo que en la edad media hacían ARISTÓTELES, SOCRATES, O PLATON; sentarse junto a ellos a transmitir los conocimientos de su cultura ancestral.
Esta religión, posee como pilar de fe, la creencia en un sólo y único Dios, creador del universo; y de un conjunto de diferentes deidades, creadas a su imagen y semejanza llamadas Òrìsà y cada una, gobierna por su parte, un elemento determinado de la naturaleza en especial.
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