La tristeza de los Orixas

LA TRISTEZA DE LOS ORIXÁS
Por Fernando Sepe




Fue, no hace mucho tiempo atrás, que esta historia ocurrió, contada aquí de una forma de romance, pero trae en su esencia un verdadero mensaje para los Umbandistas.

Comienza en una noche oscura y asustadora, de aquellas en que se erizan los pelos del cuerpo.

Realmente el sol estaba escondido en ese día y la luna, tímida, temía no iluminar con sus encantadores rayos, brillantes como hilos de plata, la morada de los Orixás.

En esa extraña noche, Ogún, el Orixá de las guerras, salió desde el alto punto donde guarda todos los caminos y se dirigió al mar. Al verlo llegar, las sirenas comenzaron a cantar y se agitaban ante su llegada, todos adoraban a Ogún, Él era tan fuerte y corajudo.

Iemanjá que tiene en Él un hijo muy querido, esbozó una sonrisa de aquellas de madre contemplativa que vuelve a ver un hijo que hace tiempo partió de su casa, más nunca de la eterna morada que hay dentro de su corazón.

¡Ah Ogún! ¡Que nostalgias, hace tanto tiempo! ¿Ud. Podría venir a visitar más veces a su madre, no es así? Esto dijo Iemanjá con aquel tono típico de contrariedad.

Disculpe madre, sabe, ando medio ocupado, respondió un Ogún muy triste.

Pero ¿Qué es lo que ocurrió? Siento que estás triste.

Yo vine hasta aquí para desahogarme con Ud. Madrecita. ¡Estoy cansado!

Estoy cansado de muchas cosas que los seres humanos hacen en mi nombre. Estoy cansado con lo que ellos hacen con la espada de la ley que creen cargar.

Estoy cansado de tanta demanda. Estoy mucho más que cansado de las supuestas demandas que apenas existen dentro del interior de cada uno de ellos… Estoy cansado…

Ogún retiró la visera y por detrás de su bonito casco, un rostro bello y de rasgos fuertes podían ser vistos. Él lloraba. Lloraba un dolor que cargaba hacía ya bastante tiempo. Lloraba por ser tan mal comprendido por los hijos de Umbanda.

Lloraba porque nadie entendía que si esa era su manera de ser, protector y austero, era porque en su pecho la llama de la compasión brillaba. Y si existe un Orixá leal, fiel y compañero, ése Orixá es Ogún. Él daría su propia vida por cada persona de la humanidad, no sólo por los hijos de fe, amaba la vida.

Más infelizmente sus atribuciones no eran realmente entendidas. Las personas no veían en su espada, la fuerza que corta las tinieblas del ego, y además la transformaban en un instrumento de guerra. No veían en Él la potencia y la fuerza de vencer los abismos profundos que forman verdaderos valles de tinieblas en el alma de todos. No veían en su lanza la dirección que apunta para el auto conocimiento, para la iluminación interna y eterna.

¡No! Infelizmente él era entendido como el “Orixá de Guerra”, un hombre impiedoso que utilizaba su espada para resolver cualquier situación. Y luego, inspirados en eso, iban los hijos de fe olvidándose de los trabajos de asistencia a los espíritus sufridores, a las almas perdidas entre los mundos, a los trabajos de cura, se olvidaban del amor y de la compasión, sentimientos básicos en cualquier trabajo espiritual, para apenas realizar quiebres y cortes de demandas, muchas de las cuales ni siquiera existen, o cuando existen, muchas veces son apenas reflejos del propio estado del espíritu de cada uno.

Es mas, normalmente todo eso se torna una guerra de vanidad, un show pirotécnico de fuerzas ocultas. Mucha espada, mucho tridente, muchas armas, poco corazón, pensamiento elevado y crecimiento espiritual.

Eso acongojaba a Ogún. Cómo lo acongojaba a Ogún.

¡Ah, hijos de Umbanda! ¿Por qué Uds. Olvidan que Umbanda es pura y simplemente amor y caridad? Mi espada siempre protege lo justo, lo correcto, a aquel que trabaja por la luz, confiando su corazón en Olorum. Por qué olvidan que la espada de la ley sólo puede ser manipulada por la mano derecha del amor, insistiendo en empuñarla con la mano izquierda de la soberbia, del poder transitorio, de la ira, de la mala ilusión, transformándola en sólo una espada sembradora de tormentos y destrucción…

Entonces Ogún comenzó a retirar su armadura que representaba la protección y firmeza en el camino espiritual que ése Orixá trae para nuestra vida. Y lo puso firmemente frente a Iemanjá. Clavó su espada en el suelo. No quería más luchar, no de aquella manera. Estaba cansado.

Luego un estruendo fue oído y el querido pero también temido Tata Omolú apareció.

Y por increíble que parezca, lo mismo ocurrió. Él no aguantaba más ser visto como una Divinidad de la peste y de la Magia Negativa. No entendía como Él, el Guardián de la vida, podía ser invocado para atentar contra ella.

Se acongojaba por su guadaña de la muerte, que es el principio que a todo destruye, para que entonces la mudanza y la renovación sucedan, sea tan temida y mal comprendida por los hombres.

Él también dejó su guadaña a los pies de Iemanjá y se retiró su manto oscuro como la noche, se veía el mas lindo de los Orixás, aquel que usa una cobertura para no cegar a sus hijos con la inmensa luz de amor y paz que irradia todo su ser. La luz que cura, la Luz que pacifica, aquella que recoge todas las almas que se perdieran de la senda del Creador.

Infelizmente los hijos de fe se olvidaban de esto…

Pero, lo más increíble estaba por ocurrir.

Una tempestad comenzó a desatarse aumentando todavía más el aspecto increíble y tenebroso de aquella extraña noche. Y todos los otros Orixás comenzaron a aparecer, para luego, comenzar también a despedirse de sus vestimentas sagradas mas allá de dejar a los pies de Iemanjá sus armas y herramientas simbólicas.

Hacían esto en respeto a Ogún y Omolú, dos Orixás muy mal comprendidos por los Umbandistas. Hacían eso por ellos mismos. Iansá quería que las personas entendiesen que sus vientos sagrados son el soplo de Olorum, que esparce las semillas de luz de su amor.

Oxóssi quería ser reverenciado como aquel que con sus flechas doradas de conocimiento, rasga las tinieblas de la ignorancia.

Egunitá apagó su fuego encantador, al final nadie recordaba la llama que intensifica la fe y la espiritualidad, sólo recuerdan la que devora y destruye, los vicios de los otros, queda claro.

Uno a uno se fueron despidiendo pensando de qué manera los hijos de Umbanda comprendieron erróneamente a los Orixás.

Iemanjá, totalmente sorprendida y sin reacción, no sabía qué hacer.

Ahí, en ése instante fue cuando una irónica carcajada cortó el ambiente. Era Exú. El controvertido Orixá de las Encrucijadas, el Mensajero, el Guardián, también llegaba para la reunión, acompañado de Pomba Gira, su compañera eterna de jornada.

Pero los dos estaban muy diferentes de cómo normalmente se presentan. Andaban curvados, como llevando un gran peso sobre sus espaldas.

Tenían en el rostro, la expresión del cansancio, asimismo se reían mucho, Ellos nunca perdían el sentido del buen humor.

Y los dos repitieron aquello que todos los Orixás dijeron al ir a la casa de Iemanjá. Se despidieron de todo. Exú y Pomba Gira sin duda, eran los que más razones tenían de allí estar.

Innumerables eran los absurdos cometidos por los hombres en nombre de ellos. Sin contar el preconcepto que el propio Umbandista ayudó a crear, dentro de la sociedad, asociándolo a la figura del diablo: ¡Hahaha, lamentable esa situación, hahaha, lamentable!

Exú lloraba, más Exú continuaba sonriendo. Esa era la naturaleza de este querido Orixá.

¡Iemanjá estaba desesperada!

Estaban todos allí, pidiéndole a ella un consuelo. Asimismo la encantadora Reina del Mar no sabía lo qué hacer.

¡Esperen, pensó Iemanjá! ¡Oxalá, Oxalá no está aquí!

Él con certeza sabrá como resolver esta situación. Y enseguida Iemanjá se puso en oración, pidiendo la presencia de aquel que es el Rey entre los Orixás.

Oxalá se presentó en frente de todos. Traía su Paxoró, el bastón que sostenía al mundo. Clavó a él en la tierra al lado de la espada de Ogún. También se despidió de su ropa sagrada para igualarse a todos, y su voz retumbó por los cuatro puntos del Cielo: ¡Olorum manda un mensaje a todos Ustedes mis hermanos queridos!

Él dice que no se desanimen, pues, si pocos realmente son los que los comprenden, aquellos que si lo hacen, no miden esfuerzos para diseminar esas verdades divinas.

Cierren los ojos y vean, que asimismo con mucha idiotez y bobada relacionada y hecha en nuestros nombres, mucha luz y amor también están siendo sembrados, regados y cosechados por manos de serios y puros trabajadores en éste a veces triste pero bendito planeta Tierra.

Esos verdaderos hijos de fe que luchan por una Umbanda seria, sin los absurdos que por ahí ocurren, esos que mucho más allá de “apenas” prestan socorro espiritual, siembran las semillas del amor dentro del corazón de millares de personas.

Esos que pasan por encima de las dificultades materiales y de las presiones espirituales, realizando un trabajo magnífico, atendiendo millares de humanos más también millones en el astral, construyendo verdaderas “Bases de Luz” en la costra donde la espiritualidad y la religiosidad verdadera se irán a manifestar.

Esos que realmente nos comprenden y nos buscan dentro de su corazón espiritual pues ahí es donde el verdadero cielo reside y existe.

Esos increíbles hijos de Umbanda que no colocan las responsabilidades de la vida de ellos en nuestras espaldas y asimismo entienden que todo depende exclusivamente de ellos mismos.

Esos fantásticos trabajadores anónimos sueltos por Brasil, que honran y exaltan a Umbanda de alegría, haciendo a la Hija más nueva de Olorum brillar y sonreír…

Cuando Oxalá se calló los Orixás estaban cambiados. Todos Ellos tenían sus esperanzas recuperadas, realmente entendieron que si pocos los comprendían, grande era el trabajo que estaba siendo realizado, y tal vez de aquí a algún tiempo, muchos otros se juntarían en ése ideal. Y aquello los alegró tanto que todos comenzaron a asumir sus verdaderas formas, que son de luces fulgurantes e indescriptibles. Y desde allá, desde el plano celeste, brillaron y se derramaron en amor y compasión por la humanidad.

En Aruanda, los Caboclos, Pretos Velhos y Crianças, lo mismo hicieron. Largaron todo, también se recompusieron y manifestaron su Esencia de Luz, su Humildad y Sabiduría comulgando con la Bendición de los Orixás.

En la Tierra, Bahianos, Marineros, Boiaderos, Ciganos y todos los Pueblos de Umbanda, sonreían. Aquellas luces que venían desde lo alto los saludaban y bendecían sus abnegados y difíciles trabajos. Una alegría y bienaventuranza increíbles invadieron sus corazones. Largaron las armas. Apenas sonreían y se abrazaban. El Cielo los bendecía…

Una acción de los Orixás nunca queda limitada, pues es Divina, alcanzando así, a todo y a todos. Y allá, en el Bajo Astral, aquellos guardianes y guardianas de la Ley de las Tinieblas también fueron alcanzados por las Luces de Ellos, Los Señores del Cielo.

Largaron las armas, las capas, y lavaron sus sufridas almas con aquel Baño de Luz. Lavaron sus corazones, lastimados por tanta idiotez dicha y cometida en nombre de ellos. Exús y Pombas Giras, en aquel día fueron tocados por el amor de los Orixás, y con certeza, aquello daría fuerza para muchos más milenios de luchas insaciables por la Luz. Millares de espíritus fueron retirados del Bajo Astral, y por la vibración de los Orixás pudieron ser encaminados nuevamente a la senda que lleva al Creador.

Y en la materia toda la Humanidad fue bendecida. A los ignorantes que piensan que los Orixás pertenecen a una única religión ó a un pueblo de tradición, una llamada de alerta. Los Orixás aman a la Humanidad entera y por todos miran cariñosamente.

Aquella noche que tenía todo para ser una de las más terribles de todos los tiempos, se tornó Bendición en la vida de todos. Desde el Cielo hasta la Tierra, desde la izquierda hasta la derecha, las Egrégoras de Paz Y luz se dieron las manos y comulgaron de aquel Regalo Celeste, viniendo directamente desde el Cielo, la Morada Celestial de los Orixás.

Ustedes, Hijos de Umbanda, ¡Piensen bien! No transformen la Umbanda en un campo de Guerra, donde los Orixás son vistos como “armas” para Ustedes arreglar sus cuentas terrenales. Mucho menos se olviden del amor y la compasión, llaves de acceso al misterio de cualquiera de uno de Ellos. Umbanda es simple, es puro sentimiento, alegría y razón. Acuérdense de eso…

En cuanto a todos aquellos, que luchan por una Umbanda seria, clara y verdadera, independiente de la línea seguida, recuerden las palabras de Oxalá dichas allá arriba.

No se desanimen con aquellos que los critican, no flaqueen por aquellos que no tienen ojos para ver el brillo de la verdadera espiritualidad.

Recuerden que Ustedes también inspiran y exaltan a los Orixás de alegría y esperanza.

A todos, que luchan por la Umbanda en esta Tierra de los Orixás, éste texto es dedicado.

Hónrenlos. Sean Luz, ¡Así como Ellos!

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